lunes, 2 de marzo de 2009

Juntos somos evolución



Es triste, sí. Pero lo que hagamos hoy día repercutirá en la vida de nuestros hijos, nietos y en las siguientes generaciones. ¿Y realmente queremos esto? Ya no solo hablo de la naturaleza, que estamos destruyendo como si no fuera nuestra madre, que nos ha dado todo lo necesario para vivir, sino también de otros aspectos de la vida como política, economía y sociedad. Esta no es la vida que quiero que vivan mis hijos. Quiero que mis hijos sean libres, quiero que mis hijos estén representados políticamente, quiero que mis hijos puedan vivir bajo un techo, pero que no sea necesario que trabajen toda una vida para pagarlo, quiero que mis hijos puedan disfrutar jugando, sin necesidad de una videoconsola, de una televisión o de internet. Y lo que es más importante, no quiero que yo esté aquí, en mi ordenador personal, con una habitación propia, una casa en la que vivo con mi familia, con quien como cada día, con tenedores, platos y viendo la televisión, mientras a unos cuantos kilómetros hay niños muriendo de hambre, sin techo, sin familia...y países como el nuestro pueden ayudar, poco a poco, a que la diferencia no sea tan grande.
Con esto no quiero decir que nos tenemos que quedar parados en el tiempo: hay que avanzar, y eso está claro. Pero avanzar tecnológicamente no significa olvidarnos de los valores que nuestras madres y abuelas nos han enseñado siempre. Incluso los valores de cualquier religión (y digo cualquier religión) están siendo olvidados. Incluso la justicia se nos está yendo de las manos. Hay tantas normas (estúpidas muchas) que nos olvidamos de si algo se puede o no se puede hacer. Y al pueblo nadie le pregunta. Y la política se justifica con un: fue votado democráticamente. De acuerdo, fue elegido por el pueblo. Pero eso no significa que, después de ser elegido, pueda hacer lo que le apetezca cuando le apetezca y como le apetezca. No me refiero a un político en especial, me refiero a la política en general, aquí y en cualquier parte del mundo. Lo que importa no es tener el poder, sino saber qué hacer con él. Y parece que la gente se ha olvidado de eso. Los políticos están tan ocupados en echar pestes sobre otros que se olvidan de gobernar. Triste realidad.
Y mientras, ¿qué podemos hacer? ¿Ver cómo el mundo se va a la mierda (con perdón por la expresión)? ¿Estar de brazos cruzados?

No. Me niego. No sé cómo, pero sé por qué. Porque quiero un mundo mejor, y ya que sé que yo no podré disfrutarlo (por lo menos de aquí a un tiempo), quiero que lo disfruten generaciones posteriores. Porque a mí sí me importan los demás. Y puede que, al menos, haga que a alguien más le importe. Con eso ya me doy (un poco) por satisfecha. Pero si cada uno de nosotros tratamos de hacer algo, de movernos, podemos cambiar esto. Ya que quien puede cambiarlo no hace nada, lo tendremos que hacer los demás, ¿no? Y no se trata de no coger el coche, no ver la televisión, no utilizar teléfono móvil, no fumar, no ir a comprar...se trata de hacerlo con cabeza, sabiendo lo que estás haciendo y las consecuencias que puede tener. Parece que mucha gente no lo sabe.