domingo, 14 de febrero de 2010

14 de febrero***

Aquel 14 de febrero fue algo diferente. Yo, como de costumbre, salí a pasear a mi Luna, mi perrita. Había nevado mucho y hacía muchísimo frío, así que no quería estar demasiado tiempo en la calle. Pero Luna no pensaba igual. Le encantaba revolcarse por la nieve, jugar a hacer hoyos… En cuanto pude ver que descansaba un poco le puse la correa y emprendí el camino de vuelta a casa. No sé si por el frío o porque me gustaba ver mis pisadas en la nieve virgen, yo iba mirando al suelo. De pronto, observé un papel en el suelo medio sepultado por la nieve. Era verde, por lo que llamaba la atención entre tanto blanco. Mi curiosidad me animó a agacharme para cogerlo, pensando que sería alguna propaganda de algún comercio o algún papel de alguna bolsa de chuches que se le habría caído a algún niño al suelo. Lo desdoblé y me di cuenta de que era una especie de carta; pensé que sería alguna tontería de esas que se escriben las parejas en San Valentín, pero aún así lo leí:

“Pensaba que te lo había dejado suficientemente claro: no quiero volver a verte. Aún así vuelves a dar señales de vida, ¿por qué? Mi vida ya está siendo muy dura desde que te fuiste como para que vuelvas a destrozarme. Quedó claro el papel que cada uno jugaba, y también quedó claro quién fue el ganador. ¿No te parece suficiente triunfo? ¿Aún te quedan fuerzas para volver a amargarme la existencia? Todavía hay ratos en los que pienso si realmente conseguí olvidarte, o si es algo que me creí momentáneamente, como una forma de auto-consuelo. Di mucho, pero mentiría si dijera que no esperaba nada a cambio. Sin embargo, si sólo hubiera recibido una mínima parte de lo que te di, me habría conformado. Pero no, no te bastó con no darme nada; es más, tuviste que quitarme parte de lo mío. No sé con qué insulto puedo calificarte, pero releo nuestra última conversación (sí, la guardé) y creo que te cambiaron. Creo que la persona que conocí no era esa con la que hablaba sin entender nada. Fui un bonito juego para ti, pero no te gusta ser el perdedor, así que tuviste que terminar rompiéndome el corazón. ¿Contento?”

Miré a mi alrededor. Todos los comercios tenían en sus escaparates frases como: “regala rosas por San Valentín”, “dile te quiero con este pack de móviles”, “felicítale en este día tan especial”… Sin embargo, me di cuenta de que todo eso era mentira. ¿Qué pasaba con toda esa gente que, como la chica que había escrito aquello, tenía que decir todo lo contrario? ¿Por qué no hay un día para decir “te odio”, “me has amargado la vida”, “no quiero volver a verte”? Quizás esa chica, al no tener un día en especial para decirle todo lo que necesitaba, lo había escrito, y, seguramente, al ver tantos corazones dibujados por los escaparates de aquellas calles, habría tirado lo escrito al suelo, viendo cómo la nieve lo tapaba.

Doblé el papel y me lo guardé en el bolsillo, pensé que quizás algún día tendría que sacarlo para escribir mi dedicatoria del día de “no-San Valentín”. Tiré de Luna, que había vuelto a revolcarse en la nieve, y fui andando hacia casa. Esta vez también miraba al suelo, pero no para pisar la nieve virgen, sino para no ver todos los corazones dibujados en los escaparates de este día “tan especial”. Prefería pensar que esa chica también tenía derecho a ser feliz un 14 de febrero.