jueves, 27 de enero de 2011

Incluso podría haber muerto alguien

Jared Lee Laughner era un joven estadounidense totalmente desconocido. Hasta que el día 9 de este mes acudió a un congreso político en Tucson y en el turno de preguntas se lió a tiros contra una congresista estadounidense y todo lo que se cruzó en su camino. El resultado lo sabemos todos: 6 fallecidos y 12 personas heridas. ¿Qué le pasa por la cabeza a un chaval de 22 años para cometer este grave atentado? Los medios dicen que es un perturbado mental que está muy enfadado con cómo se están haciendo las cosas en su país. ¿Cómo llegan a esta conclusión? Al parecer, colgó un vídeo en su cuenta de Youtube (visible para todo el que quiera) en el que, borracho y enfadado, critica la educación estadounidense. Además, han encontrado en su casa escritos en los que se puede leer “mueran policías” y “muere perra”, refiriéndose a la congresista Giffords, actualmente luchando por su vida. Pues sí, parece que este chico estaba muy enfadado. Así que acudió a una tienda, compró un arma y unas cuantas balas, y fue al congreso dispuesto a cargarse a Giffords.

Políticos y congresistas lamentan las muertes. Y culpan de la masacre a la locura de Laughner, o al Tea Party y su uso de las armas en la publicidad contra sus oponentes, entre las que estaba la congresista hospitalizada. Sí, de acuerdo. Pero, lamentablemente, hay muchas personas como este chico. Lamentablemente este chaval no es ninguna excepción. Hay mucha gente que tiene problemas mentales, a las que les da un cortocircuito mental en un determinado momento, y si le pones un arma delante la usa. Ojala todos estuviésemos en nuestro sano juicio para actuar correctamente en todos los momentos. Pero eso no es así. Por supuesto no justifico lo que ha hecho este asesino. Pero si las armas no fuesen legales, ¿cómo se habría desarrollado la historia? Necesitaría una licencia, un montón de papeleo... ¿Le merecería la pena? Hay gente que culpa a la sociedad estadounidense de este tipo de matanzas. La sociedad del miedo, dicen. Se sienten amenazados, por eso portan armas. Por seguridad. De hecho, desde la matanza de Tucson la venta de armas ha aumentado un 5%. Todavía tenemos en la memoria otros sucesos similares a manos de chavales que rondan la edad de Laughner: la masacre de Virginia Tech o la de Columbine, por ejemplo. Todos eran jóvenes enfadados con el mundo. Posiblemente tenían miedo de algo, pero lo más importante del asunto es que tenían un arma a su disposición. Y si dispones de una, puedes usarla. Resulta paradójico, por otra parte, que la congresista estaba a favor de la ley de armas. De hecho, tiene una Glock parecida a la que uso Laughner para dispararle.

No sé si una posible ilegalización podría ser la solución para que esto no vuelva a pasar. Pero me gusta pensar que, de ser así, esta columna tendría otro comienzo: Jared Lee Laughner es un joven estadounidense totalmente desconocido. Hasta que el día 9 de este mismo mes acudió a un congreso político y en el turno de preguntas quiso pegar un tiro a una congresista estadounidense. Pero no tenía un arma para hacerlo. No se las vendían, puesto que tenía un problema mental. Y menos mal, porque eso podía haber acabado siendo una masacre. Incluso podría haber muerto alguien.